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miércoles, 14 de agosto de 2019

CULTURA E IDENTIDAD. (A propósito de agosto mes de las artes y la cultura)

CULTURA E IDENTIDAD
(A propósito de agosto mes de las artes y la cultura)

Carro alegórico
Piñas (2017)

Cruz en el Cerro (San Roque 2014)
Es agradable ver como agosto mes de las artes, se ha convertido en un espacio con una nutrida agenda cultural, tanto a nivel urbano como rural, con una activa participación de actores culturales y predominantemente líderes políticos locales, que incentivan el involucramiento en la promoción cultural de instituciones educativas, organizaciones comunitarias y otros actores autónomos o independientes, por decirlo de alguna manera.


Sin embargo, hay ciertas características de este proceso de fomento cultural, que deberían ser analizadas con una mirada mas aguda, puesto que la cultura es ante todo la imagen de un pueblo, este artículo, no busca culpables, tampoco polemizar, no pretende ser un reclamo, tampoco un análisis exhaustivo y menos aún inequívoco, llama a la autorreflexión, argumentada, rigurosa y sostenida, a través de un debate respetuoso y afable, para corregir errores observados con frecuencia y que se han ido intensificando en el transcurso de los últimos años, en los diversos actores y motivadores culturales, ya desde los gobiernos locales, organizaciones comunitarias y aun de las instituciones educativas.

Señora declamando en una fiesta popular
Tarapal de San Roque (2014)

En los siguientes párrafos se presenta un breve análisis de la promoción cultural que se realiza en esta micro región a la que nos pertenecemos, en cuanto se aprecia una subestimación de la cultura local autentica de nuestros pueblos, al tomar identidades culturales prestadas a otros colectivos humanos.

La cultura es la expresión de la praxis cotidiana, realizada en el marco de un conjunto de valores, principios, e ideas que a su vez responden a una cosmovisión contextual, históricamente desarrollada, en correspondencia directa al entorno natural en que  subsiste determinado grupo humano, se va construyendo y configurando de acuerdo a la capacidad de dicho colectivo humano, para conseguir sus objetivos de supervivencia,  desarrollo económico, social y humano, tanto en el nivel individual como colectivo.

La cultura es una característica esencialmente social, “no se lleva en la sangre [sino que] se aprende en la vida social” (Grimson, 2008). Citado en (Barrera, 2013) se manifiesta en la interacción dialéctica, entre el individuo y el grupo, es la característica, de unidad, de pertenencia, de construcción colectiva, “todos los miembros de un grupo determinado tienen los mismos patrones de cultura para poder vivir juntos” (Herrero, 2014) desde este enfoque la cultura es intrínsicamente una forma primigenia de identidad, consecuentemente, por antonomasia, hablar de cultura es hablar de identidad.

Grupo musical actuando en fiesta popular
Tarapal (2012)

La expresión cultural de un grupo humano determinado lleva implícita su identidad, en sus prácticas económicas, sociales, religiosas, gastronomía, su forma de vestir, lenguaje forma de hablar, en su forma de enfrentarse a las dificultades cotidianas, su arte, sus preferencias en cuanto a diversión, a estilos de trabajo etc. Ello es indiscutible, entonces ¿cómo entender que lo que se presenta como manifestación cultural de nuestros pueblos, sean rasgos culturales que identifican a otros grupos humanos?, ¿estamos pidiendo prestada identidad cultural a otros grupos humanos?, ¿Acaso no tenemos cultura o identidad?, pero esto último es imposible según la lógica de la reflexión precedente, entonces como se explica.
Gastronomía Local
Feria popular Pias (2016)

La respuesta a esta interrogante es bastante compleja, en forma poco documentada, puede esbozarse tres hipótesis, la primera se refiere a una pobre valorización de la expresión cultural de nuestros pueblos de parte de los círculos dirigentes, con lo cual se desdeña la necesidad de describir culturalmente nuestra propia identidad, considerando en forma aventurada, que la identidades locales sucumbieron ante la presencia de la globalización, y que hoy la cultura y consecuentemente la identidad es universal, nada más falso; los pueblos que desconocen u ocultan su identidad por omisión o por intensión, son simples parias en un universo dinámico e infinito;  en este punto cabe recordar la frase de Mahatma Gandhi, sobre la cultura universal: “Quiero que la cultura de todos los países sople sobre mi casa, tan libremente como sea posible. Pero no acepto ser derribado por ninguna ráfaga” tomado de (Pérez, 2000), efectivamente es nuestro derecho nutrirnos de la cultura universal y ajustar nuestras estrategias de desarrollo a patrones culturales universales, pero sin perder aquellas características que nos distinguen de la masa global, si bien nuestra cultura, inexorablemente se constituirá en lo que García Canclini (1990)  denomina culturas hibridas, debido al dinamismo propio del avance cultural, también es cierto que en ellas se revela una parte de nuestra identidad, al menos en el contexto local.

Desde esta percepción, la cultura es la imagen visible de un pueblo, la argamasa de su unidad y la más nítida expresión de su ser colectivo, de ahí que subvalorarla o desestimarla, es un daño irreparable al pueblo que sufre tal despropósito.

La segunda hipótesis, es el desconocimiento académico de nuestra identidad, quizá por que son escasos los estudios especializados al respecto, o porque somos producto de amplias y diversas corrientes migratorias venidas de distintas geografías, con diversidades culturales, sin embargo, aun siendo pocos existen, trabajos especializados que ayudan a configurar sistemáticamente la identidad cultural de nuestros pueblos[1] y además como pueblos organizados, se ha transcurrido ya cerca de un siglo, tiempo en el cual se han generado expresiones culturales propias, producto de la unidad en la diversidad, por tanto, tampoco puede admitirse esta hipótesis so pena de un lamentable descuido investigativo, en cuyo caso los gobiernos locales deberían contar con asesores probos que permitan una visión adecuada de esta realidad.

La tercera hipótesis, y quizá la mas perversa, es que se actúa con ligereza, frente a la representación y fomento de la cultura, desconociendo u omitiendo el amplio espacio que ocupa la manifestación cultural, reduciéndola a expresiones recurrentes y focalizadas, en el arte, en sus distintos productos, pero descuidando los detalles, como el imaginario social, el vestido, las actitudes, el mensaje, y la cosmovisión en que se enmarcan, estas manifestaciones, se aprecia eventos planificados al apuro, con un imperativo espectacular, que se sobrepone a lo cultural, (es más importante mostrarme dinámico y activo, vendiendo un espectáculo cultural atractivo, que el mensaje social que trasmito a través del evento cultural);  pues solo así se explicaría porque las danzas se realizan con cualquier genero de música, sin importar su mensaje, ni la cultura que dichos ritmos representan, porque el vestuario de los danzantes es arbitrario, y no responde a una característica cultural propia, porque la propia danza, que es en si una manifestación cultural, es característica cultural de pueblos de otras latitudes de nuestra geografía, en la mayoría de los programas culturales locales se observa una amalgama de expresiones culturales, de la sierra sur, sierra norte, de los pueblos montuvios, de pueblos autóctonos, como Saraguro, etc. Mas no como producto de un mestizaje cultural, lo cual sería loable, sino como inclusión arbitraria de símbolos culturales, sobre lo cual no se realiza la menor reflexión.  Tal vez, en muy raras excepciones se promocione manifestaciones culturales propias, auténticas, con símbolos identitarios representativos.  

En atención a lo expuesto, es necesario que se proponga una autocritica profunda sobre la promoción y representación cultural, de nuestros pueblos, especialmente de los eventos que se programan y ejecutan en agosto mes de las artes, con el objetivo de diseñar una programación cultural, que parta de la autenticidad de nuestro proceso histórico, social y cultural, que relieve la identidad, tradiciones, valores y carácter propio de la zona; no se puede continuar invirtiendo en promoción cultural, con rasgos culturales tomados arbitrariamente de otros pueblos; los eventos culturales han de responder a un plan general, que considere las raíces históricas y los procesos dinámicos que han generado expresiones culturales autenticas de estos espacios territoriales, ya desde una ubicación rural, o urbana, e incluso hibrida en el concepto de Canclini, pero que nos identifique como pueblos específicos con características e historia propia frente al mundo.

Y más aún en todas estas expresiones culturales ha de orientarse una cultura de paz, de inclusión, y horizontalidad, que recupere los aspectos positivos de la cultura ancestral, como la honestidad, el respeto por si mismo y la palabra empeñada, la solidaridad con los vecinos y una ética sin doble rasero.

Es necesario que los departamentos de cultura de las instituciones organizadoras, elaboren una planificación rigurosa, fundamentada en principios filosóficos, antropológicos, sociológicos y culturales, que partan del análisis concreto de nuestra realidad, y del contexto histórico social de nuestros pueblos, para identificar manifestaciones identitarias particulares que deban ser promocionadas y expuestas, como un aporte cultural y educativo para las nuevas generaciones y presentación de nuestra imagen auténtica al mundo.

Fredy Torres A.
Agosto 13 del 2019.
Piñas - El Oro.







Bibliografía

Barrera, R. (2013). El concepto de la Cultura: definiciones, debates y usos sociales. Revista de Claseshistoria, 1 - 24. doi:ISSN 1989-4988
Canclini, N. (1990). Culturas Híbridas (1ª ed.). México: Grijalbo. Recuperado el 12 de 8 de 20019
Herrero, J. (2014). Cultura. Antropología, 28 - 32.
Pérez, R. (2000). Cultura y Libertad. Discurso al asumir presidencia Casa de La Cultura Benjamín Carrión. (pág. 14). Quito: CCE.



[1] El antropólogo Rodrigo Murillo, (Provincia de El Oro, Lugares y Tiempos) (2007) (Zaruma, historia Minera. Identidad en Portovelo) (2000); También Marcelo Naranjo Villavicencio, del centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares, en la cultura Popular en el Ecuador. Tomo XVI – El Oro.


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