EL NUEVO FETICHE
Frei
Betto
ALAI AMLATINA,
15/02/2012.- La modernidad, período que se extendió durante los últimos cinco
siglos, está en crisis. Hoy vivimos, no una época de cambios sino un cambio de
época. En este milenio que comienza emerge algo impropiamente llamado
posmodernidad, que parece muy diferente de todo cuanto nos ha precedido,
conformando un nuevo paradigma.
En la Edad Media la
cultura giraba en torno a la figura divina, en torno a la idea de Dios. En la
modernidad se centra en el ser humano, en la razón y en sus dos hijas
preferidas: la ciencia y la tecnología.
Uno de los símbolos que
mejor expresa este paso es la pintura de Miguel Ángel “La creación de Adán”,
que está en el techo de la Capilla Sixtina: Dios Padre, con una larga barba,
recubierto de vestimentas, representa el teocentrismo de la época ante el
hombre desnudo, fuertemente atraído hacia la Tierra. El hombre extiende el dedo
para no perder el contacto con lo trascendente, con lo divino. La desnudez de
Adán traduce la llegada del antropocentrismo y de la revolución que la
modernidad representa en nuestra cultura.
El episodio
característico de la modernidad sucedió en 1682, cuando el señor Halley, basado
exclusivamente en cálculos matemáticos -pues no disponía de instrumentos
ópticos-, previó que un cometa volvería a aparecer en el cielo de Londres
dentro de 76 años. Muchos le tomaron por loco. ¿Cómo, encerrado en su gabinete,
basado en cálculos hechos sobre un papel, iba a poder predecir el movimiento de
los astros en el cielo? ¿Quién sino Dios domina la bóveda celeste?
El señor Halley murió
en 1742, antes de que se cumplieran los 76 años previstos. En 1758 el cometa,
que hoy lleva su nombre, volvió a iluminar los cielos de Londres. ¡Era la
gloria de la razón!
“Si es así -dijeron-,
si la razón es capaz de prever los movimientos de los astros, como demostraron
Copérnico y Galileo, y después Newton, uno de los pilares de nuestra cultura,
entonces ella podrá resolver todos los dramas humanos. Pondrá fin al
sufrimiento, al dolor, al hambre, a la peste. ¡Creará un mundo de luces,
progreso y felicidad!”.
Cinco siglos después, el saldo no es de los más positivos. Muy al contrario.
Los datos son de la FAO: somos 7 mil millones de personas en el planeta, de las
que la mitad vive por debajo del nivel de pobreza, y 852 millones sobreviven
con hambre crónica.
Hay quien afirma que el problema del hambre es causado por el exceso de bocas.
Y por eso propone el control de la natalidad. Yo me opongo al control, aunque
estoy de acuerdo con la planificación familiar. El primero es impositivo, el
segundo respeta la libertad de la pareja. Y no acepto el argumento de que hay
excesivas bocas; ni que faltan alimentos. Según la FAO, el mundo produce lo
suficiente para alimentar 11 mil millones de bocas. Lo que hay es falta de
justicia, de compartimiento y excesiva concentración de la riqueza.
Por atravesar un
período de mucha inseguridad, las personas buscan respuestas fuera de lo
razonable. Obsérvese, por ejemplo, el fenómeno del esoterismo: nunca Dios
estuvo tan en boga como ahora. Suscita pasiones y fundamentalismos, a favor y
en contra.
La crisis de la modernidad culmina en el momento en que el sistema capitalista
alcanza su suprema hegemonía con el fin del socialismo, y adquiere un nuevo
carácter, llamado neoliberal.
¿Cuáles son las claves
de lectura de dicho cambio del liberalismo al neoliberalismo? Bajo el
liberalismo se hablaba mucho de desarrollo. En la década de 1960 surgió la
teoría del desarrollo, que incluía también la noción de subdesarrollo; y se
creó la Alianza para el Progreso, destinada a “desarrollar” América Latina.
La palabra “desarrollo”
tiene cierto componente ético porque al menos se imagina que todos deben
resultar beneficiados. Hoy el término es “modernización”, que no tiene
contenido humano sino una fuerte connotación tecnológica. Modernizar es
equiparse tecnológicamente, competir, lograr que mi empresa, mi ciudad, mi
país, se aproximen al paradigma primermundista, aunque ello signifique
sacrificio para millones de personas.
El Mercado es el nuevo fetiche religioso de la sociedad en que vivimos. Antes
por la mañana nuestros abuelos consultaban la Biblia. Nuestros padres el
servicio de meteorología. Hoy se consultan los índices del Mercado.
Ante una catástrofe o
un acontecimiento inesperado dicen los comentaristas económicos: “Veamos cómo
reacciona el Mercado”. Y yo imagino un señor, el señor Mercado, encerrado en su
castillo y gritando por el celular: ”No me gustó el discurso del ministro.
Estoy enojado”. Y a esa misma hora los telediarios destacan: “El mercado no
reaccionó bien ante el discurso ministerial”.
El mercado ahora es
internacional, globalizado, se mueve según sus propias reglas, y no de acuerdo
con las necesidades humanas. De hecho predomina la globocolonización, la
imposición al planeta del modelo anglosajón de sociedad. Centrado en el
consumismo, en la especulación, en la transformación del mundo en un casino
global.
Ante la crisis
financiera que afecta al capitalismo, y en especial a los derechos sociales
conquistados en los últimos dos siglos, es hora de preguntarse cuál será el
paradigma de la posmodernidad. ¿Mercado o “globalización de la solidaridad”, en
expresión del papa Juan Pablo II? (Traducción de J.L.Burguet).
- Frei Betto es
escritor, autor de “Calendario del poder”, entre otros libros. http://www.freibetto.org/>
twitter:@freibetto.
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