viernes, 20 de diciembre de 2013

NAVIDAD, NAVIDAD, NAVIDAD “FELIZ NAVIDAD”

NAVIDAD,  NAVIDAD,  NAVIDAD
“FELIZ NAVIDAD”

Qué fácil es decirlo, que difícil vivirlo, de acuerdo  a un concepto cristiano alternativo, o al menos, con un enfoque más humano, natural, honesto y autentico.

Formados históricamente en el contexto de una sociedad, organizada económica, social e ideológicamente para el lucro, la ganancia, la competitividad, alcanzando el “éxito y el esplendor” aquel que ha fundamentado su vida, sus acciones y creencias en el egoísmo extremo; resulta quizá hasta ingenuo, esperar que por este corto espacio de tiempo, las criaturas de esta sociedad, se tornen honestos, solidarios, generosos, etc. Es decir lo opuesto a aquello para lo que están formados.

Lógicamente es inviable, salvo rarísimas excepciones, todo lo contrario, en este periodo se exacerban, manifestándose con absoluta crueldad, las diferencias en la capacidad adquisitiva y consumista entre las personas, el derroche y despilfarro portentoso, de quienes han acumulado bienes usurpándolos a quienes los necesitan para sobrevivir, un consumismo delirante al que se vuelca toda una sociedad de depredadores insaciables, en absoluto apego a la lógica mercantilista, consumir ilimitadamente, impulsando agresivamente la circulación de capital, desde los bolsillos de los que menos tienen hacía los grandes depósitos de capital de industriales, importadores, comerciantes, etc.

La obsecuencia de los desposeídos y menos afortunados del sistema, por cumplir con el patrón consumista, impuesto tradicionalmente desde la globosfera propagandística del gran capital (tv, radio, periódicos, cine, internet) y el Dios mercado, hace que muchos, se entreguen a la voracidad letal de banqueros y prestamistas inescrupulosos, endeudándose más allá de su capacidad de pago, para luego ser cruelmente estrangulados por la inclemencia de una red de miserables esbirros, elegantemente denominados funcionarios o servidores de estos traficantes de recursos económicos que los utilizan para acrecentar ilimitadamente las posesiones de su amo, despojando inicuamente a cuanta víctima caiga en sus redes.

Navidad, Navidad, “Feliz Navidad”, que difícil es ser sensatos y conservar una actitud serena, ecuánime, acorde con un razonamiento humanista, natural, cristiano, anticapital, anticonsumismo, en medio de una avalancha demoledora de productos transformados en mercancías, de “amor” envuelto en papel regalo, de alimentos, dulces, y torrentes, de hipocresía y cinismo, que transforman la solidaridad en caridad, la equidad en bondad, la justicia en generosidad.

Navidad consumista, una inmensa cortina de luces, colores, canciones y miel, oculta lo más degradante de un sistema depredador y asesino.

Bajo el manto navideño, el explotador que succiona diariamente la capacidad productiva de sus obreros, les devuelve una parte insignificante de ella a través de un bono, una canasta, o similares, y lo llama regalo, generosidad, bondad.

La asociación “X” que recauda en cuotas mensuales de sus socios un monto considerable, entrega una canasta y realiza una recepción navideña para sus agremiados y familias, por un valor equivalente al 10% del aporte total de cada  socio, y lo llama agasajo.

El banquero y su sequito de abnegados servidores, (abogados, contadores, fiscales, jueces, peritos, etc.) ejecutan órdenes de desalojo, de  embargo y más, despojando a familias enteras de sus escasos bienes, dejando en la calle, sin techo ni abrigo a niños y ancianos; y  aportan con canastas navideñas para los pobres del barrio, de cuya pauperización fueron los principales gestores; y se los  llama hombres de bien, buenos cristianos; porque se  postran ante una imagen, dando gracias por su buena suerte, y jurando continuar “haciendo el bien” y “ayudando a otros”, al tiempo de pedirle a su Dios que por favor el próximo año los encuentre con otra casita. Otro carrito, y más platita para gastar. Hipocresía, cinismo en su más cruda y lacerante expresión.

El guardia que por cumplir con su misión de defender la propiedad privada, dispara y  mata al ladronzuelo, que quizá nació en el mismo barrio que él, dejando a cuatro niños menores de 15 años sin su padre y sin cenar la noche buena, es homenajeado y obsequiado por sus patrones, con las migas que caen de su mesa, mientras se jacta satisfecho de haber cumplido con su deber, participa en la novena navideña de la comunidad, y aporta para un refrigerio y caramelos a los más pobres, entre ellos aquellos que dejo huérfanos, y se siente un buen cristiano, absurda realidad, hipocresía.

Bajo tu manto navidad el funcionario de estado en un acto de grandiosa generosidad, mientras  obsequia a los desposeídos con dulces y juguetes, mediante una llamada telefónica ordena a sus tropas hacer cumplir la ley, aun cuando ello implique matar a miles de seres humanos, someterlos, a condiciones de vida infrahumanas; y sin embargo está bien, porque así lo requiere la supervivencia de una sociedad organizada en torno a la acumulación infinita de capital, que solo admite el bienestar de unos pocos a costa del sacrificio, hambre y  miseria de los más.

Por ello que difícil, es dar cabida y practicar el verdadero espíritu humanista y cristiano en Navidad, menos consumo, menos regalos, más amor, más tiempo, menos violencia, menos gritos, menos reclamos, más paciencia, más comprensión, más entrega, más tolerancia,  menos egoísmo, menos hipocresía disfrazada de generosidad, más reflexión, más verdad, menos oscuridad y engaño.
¿Cómo tratas a tus seres queridos en esta Navidad? ¿Les das tiempo para conversar, jugar y compartir? o sigues gritando, reclamando y humillando a quienes están a tu alrededor, solo porque depende de ti o eres más fuerte.

¿A cuantos has pisoteado, apartado del camino, porque te estorbaban para llegar a tu pequeña cumbre?, ¿Vives de acuerdo a lo que piensas, o solo lo piensas y lo dices para que otros aprecien tu exquisita inteligencia,  pero vives y practicas todo aquello que cuestionas?

¿Eres luz o solo lámpara manipuladora, eres remanso que da paz y sosiego, o torrente que invade, daña y arrebata?
Piénsalo y decide lo que estimes adecuado para tu estatura intelectual y ética.
FELIZ NAVIDAD

Fredy Torres A.
Diciembre 20 del 2013.

torresfrative@hotmail.com

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Por qué la abundancia no tiene que ver con el dinero

Por qué la abundancia no tiene que ver con el dinero
No tener mucho dinero tiene, de hecho, beneficios para nuestra persona. Te ofrecemos algunos consejos para lograr hacer mucho más con pocos medios.
Austin Wallis es una mujer de Reno Nevada que se dedica a escribir freelance y a enseñar yoga en el desierto. En uno de sus textos para Rebelle Society llamado “Viviendo una vida abundante dentro de presupuesto: está bien ser pobre” nos da una serie de buenos consejos para poder vivir con poco dinero y a la vez aprovechar cada minuto de la vida. Vivir bajo un presupuesto que es nuestra vida misma y poner nuestros pensamientos en temas que mejorarán nuestra comunidad o la Tierra en que vivimos. Utilizar nuestra energía para crear lo bello en lugar de lo preocupante,  eso es lo que aconseja Willis. Aquí mencionamos partes de lo que escribe para Rebelle:
1. Podemos no estar haciendo mucho dinero, pero el dinero que ganamos es bien gastado haciendo cosas que nos gustan con personas que adoramos. Podemos llevar un estilo de vida sencillo, desapegado de las cosas materiales, y tener mucha más libertad que las personas que desean objetos constantemente. La liviandad, que es una de las formas de la felicidad, viene de la sencilles y la alegría genuina. Nuestro trabajo es algo que disfrutamos tanto, y nos alimenta tanto, que no es considerado 100% como un trabajo. Y si este no es el caso, sabemos que todo es impermanete y que el trabajo es vida, tambien, y es una manera de patrocinar nuestros momentos felices y sobretodo de mantenernos a flote en momentos de suma tristeza. De ser independientes.
2. El dinero es energía y debe ser movido. La energía estancada no le sirve a nadie. Cuando te sientas todo el día estas desperdiciando energía. El dinero funciona de la misma manera. Si tu dinero está esperándote en tu cuenta de banco, ¿cómo te está sirviendo? Es verdad que es inteligente guardar dinero para un día lluvioso, pero en el día a día, no te castigues cuando compres cosas que disfrutas, cuando comas buena comida, cuando salgas de viaje, cuando ayudes a alguien. El cambio de dinero lo convierte en experiencia, en sonrisas, en oportunidades. Recuerda que el dinero es un medio, nunca un fin.
3. Se inteligente y aléjate de las tarjetas de crédito a menos que sepas exactamente cómo usarlas. Las personas se meten en muchos problemas con las tarjetas de crédito, y ese problema se llama deuda. Tu dinero puede ser manejado de maneras creativas, puedes ahorrar dinero, y deberías ahorrar dinero con la intención de utilizar los ahorros para algo grande en el futuro. Guarda dinero para educación o para ir de viaje un lugar que se te antoje mucho. Las personas libres no tienen deudas, tienen aspiraciones de una vida abundante y la abundancia viene en diferentes maneras.
4. Está bien no tener mucho dinero. Aunque lo hayamos escuchado mil veces, es verdad que el dinero no compra la felicidad. De hecho podría distraernos de tenerla de manera espontánea mediante experiencias enriquecedoras. Piensa en la vida que quieres tener. Piensa en la abundancia quieres manifestar. ¿Te quejas acerca de las cosas que no tienes o estas agradecido por cada cosa en tu vida? Agradecer es un ritual de suma importancia, siempre acuérdate de eso.
La alegría es un bien sustentable, es buena para nuestra salud, es contagiosa y se alimenta de sí misma.


martes, 3 de diciembre de 2013

Con lo que me falta, yo puedo vivir

Con lo que me falta, yo puedo vivir
En el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, vale la pena preguntarse cómo reaccionamos ante ellas...
3/12/2013

“No soy un discapacitado, soy una persona con una discapacidad que no le impide vivir”.
Así me dice siempre mi tío, y con el tiempo he comprendido por qué se empeña tanto en establecer la diferencia. Su distrofia muscular progresiva fue detectada con apenas dos años y desde entonces mi abuela vivió con la espada de Damocles encima, ante la certeza de los médicos de que quedaría inválido con siete años y moriría un quinquenio después.
Sin embargo, mi tío fue un niño que jugó, corrió, hizo maldades y se ganó regaños de maestros y vecinos, a pesar de que caminaba en puntas de pie y de vez en cuando se caía. Estudió como los demás, bailó, nadó y recorrió el país. Apostó por la geología, aunque después le explicaron que, por sus limitaciones físicas, debía trabajar en una oficina y no escudriñando cuevas.
No se rindió, y mientras su cuerpo perdía fuerza y capacidades de abajo hacia arriba paulatinamente, trabajó en un taller de zapatos y una fábrica de fósforos, en la emisora Radio Reloj, en una cafetería, en un almacén de autos y, por último, en la Empresa de Comunales Aurora.
Lo importante es no quedarse achantado, me asegura. “No importa si coses la suela de un zapato o barres una calle o custodias un lugar o eres mensajero de una bodega. Lo que no puede pasar es que no te sientas útil y feliz contigo mismo”.

Hace unos años mi tío no puede pararse de la cama, sentarse en una butaca o sencillamente andar como lo hago yo. Ha perdido movilidad en sus piernas y a gatas recorre la casa y se vale por sí mismo. No deja de leer, de escribir, de confeccionar postales, de ver televisión, de mantenerse al tanto de todo y no abandona la idea de rehabilitarse con los ejercicios de la fisiatra o con algún aparato específico.

“Estoy convencido de que con lo que me falta, siempre podré vivir”.


Hoy, a propósito del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, declarado por las Naciones Unidas en 1992,  pienso en él. No en los obstáculos que ha debido vencer, sino en los sinsabores de la familia que lo ha acompañado siempre.

Los mil millones de personas que viven con algún tipo de discapacidad en el mundo aprenden con el tiempo a conocer sus límites y a desenvolverse en la sociedad. Demandan cariño, comprensión y apoyo, pero protegen su corazón con una fuerte coraza para saber lidiar con las asperezas de la cotidianidad, esas que pueden escaparse de la boca de un inocente niño que se burla o de la mirada de un hombre o mujer que vuelve la mirada hacia otro lado y no tiende la mano.
Sin embargo, la familia sufre. Al principio sobreprotege demasiado, luego otorga libertades y calla cuando alguna mofa o rechazo lacera a su familiar. Al mismo tiempo es la primera que ríe y se alegra de los logros que se alcanzan y de saber que los más grandes obstáculos pueden sortearse.
¿Paciencia? Hay que tener mucha, porque no siempre se tiene el mejor carácter y en ocasiones las dosis de voluntad escasean. Pero es que si la persona tiene una discapacidad y debe aprender a vivir con ella, los seres queridos también deben aprender a no sujetar las riendas y soltarlas.
La Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad establece que merecen no ser objeto de discriminación, ser respetadas y reconocidas desde la participación y la inclusión, brindarles igualdad de oportunidades y desde la niñez, garantizarles la posibilidad de crecerse.
Más allá de documentos, hace falta palpar la realidad. En nuestra sociedad sobran los buenos ejemplos y se eliminan barreras poco a poco. Las arquitectónicas, las comunicacionales, las laborales, pero todavía faltan otras. Quedan las miradas imprudentes, los comentarios inoportunos, los brazos negados para apoyarse. Vale la pena preguntarse, ¿cómo reaccionamos ante una persona con discapacidad?

En unos años seremos un planeta envejecido, y la discapacidad que se adquiere con los años será la que prevalezca. Por eso hay que estar preparados e impulsar el deseo de tener un mundo inclusivo en el que todos podamos vivir con dignidad.

Como yo, mi tío se lo merece.
Sobre el autor
ANA MARÍA DOMÍNGUEZ CRUZ
"Una periodista cubana en mi tercera década de vida, dispuesta a deslizar mis dedos por el teclado".
Tomado de CUBAAHORA.
Revista Digital
Martes, 3 de diciembre de 2013