viernes, 9 de septiembre de 2011

NUESTRAS RAÍCES


NUESTRAS RAÍCES

Es necesidad imprescindible, reconocer nuestras raíces, identificarnos como lo que somos, sentirnos orgullosos de nuestra tierra, nuestra sangre, nuestra cultura, lenguaje, dialecto, y características peculiares del pequeño espacio en que nacimos  y construimos nuestro ser vital.
Lo dicho no implica  coartar el legitimo  derecho a crecer, y desarrollarnos de acuerdos a nuestras expectativas, implica sí, analizar críticamente prioridades, beneficios y perdidas en el proceso de transformación.
Muchas veces por seguir una fantasía o un sueño, inculcado desde arriba, desde el artificio omnipotente de la publicidad del sistema, terminamos siendo víctimas de la levedad del ser, sumidos en la angustia existencial, de tenerlo todo y sentirnos vacíos a la vez, con una sed insaciable  que buscamos colmarla con mayor consumo  y despilfarro, vacío que para Carlos Yung, proviene de la pérdida de identidad, provocado por la negación de nuestra identidad, es simplemente vivir una vida  que solo produce dinero, bienes materiales y efímeras satisfacciones, como las del niño que adquiere un juguete nuevo; pero nada más, es vivir una vida ajena, distante  de nuestros sueños y anhelos profundos, es vivir haciendo cosas que no nos satisfacen, hacer lo que otros  necesitan que hagamos,  según sus  mezquinos intereses, situación que al final solo generará  un enorme vacío  producto de la distancia entre nuestro ser interior  e intimo y aquello que el capital  quiere que hagamos; vamos  tras la dorada fantasía  del tener más, consumir más, gritar más, ordenar más, solo porque puedo pagar más; incluyendo en esta descabellada carrera, maltratos, humillaciones, ausencias; para al final, luego de alcanzado tal despropósito (léase  “éxito”, según el argot del sistema)  concluir, que en realidad, no valía,  las penas, los maltratos, las angustias, las vidas destruidas en el camino, porque hoy, tenemos mucho, pero también una angustia aún mayor, un vació que no lo llena nuestra gran casa, el carro, los electrodomésticos de última generación, la ropa elegante, las cuentas de banco, y ni aún todos los nuevos  juguetes que podamos adquirir, ni la impertinencia con que actuamos frente a los  que algo necesitan de nosotros.
Quizá en la precipitada carrera hacia el éxito que nos pintó el sistema, nos olvidamos de nosotros mismos, de nuestras raíces, a quienes nos dieron la mano para nuestros primeros pinitos, a aquellos con quienes exploramos juntos este mundo por primera vez, nuestros amigos de los primeros años de vida.
Es hora de frenar esta vertiginosa autodestrucción  y redireccionar nuestros pasos  hacia algo más profundo que  el trivial concepto de éxito capitalista, que se limita al absurdo axioma  a más capacidad de  consumo, mayor poder.
Terminas tu vida luchando denodadamente por ubicarte en un mejor lugar del engranaje del molino cruel del sistema, sin saber quizá que luego serás expulsado por el otro extremo del molino, solo que convertido en bagazo, nada más.

Fredy Torres  A.

Septiembre 9 del 2011.

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