martes, 5 de julio de 2011

EL EGOÍSMO COMO NORMA DE VIDA

EL EGOÍSMO COMO NORMA DE VIDA

PRODUCTO DE LOS VALORES IMPUESTOS

DESDE EL PODER

Cuando nos topamos, con algún pregonero de la razón cotidiana, que cuestiona nuestro pensamiento colonizado, arguyendo una cosmovisión depredadora, que camufla en aparente ideal de éxito y superación una  actitud suicida; con liviano criterio desechamos la profundidad de su argumento descalificándolo con razonamientos como soñador, perdedor, desadaptado, o simplemente, juzgamos que aquello de lo que habla no nos incumbe, porque somos personas críticas, con pensamiento liberado, triunfadores, exitosos, y no tenemos porque amargarnos deteniéndonos a escuchar a estos locos soñadores.
Sin embargo, nada más alejado  de la realidad, ese imaginario creado por la filosofía imperialista, tiene presencia hegemónica en todos nuestros actos, en nuestras valoraciones, es parte de la actitud que exhibimos cuando requerimos deliberar  sobre sencillos asuntos cotidianos; siempre sobreponemos, nuestro interés individual, sobre el de los demás, defendiéndolo furibundamente, con excesiva  agresividad, olvidando toda mesura, increpamos al otro, usando cuando argumento asome como arma letal, sin preocuparnos su pertinencia, buscando sí, causar  el  mayor daño posible en cada zarpazo, aún cuando aquel otro sea nuestra pareja, padre, hijo, otros familiares, vecinos o amigos de toda la vida.
Buscamos imponer nuestros puntos de vista, con tal fervor, que la exacerbación del ego  nos incapacita para resolver consensuadamente nuestras diferencias, por lo que  nos sentimos impelidos de acudir al arbitrio, de alguien, a quien sin decirlo, consideramos superior a nosotros, que a veces puede ser  un individuo investido de virtudes especiales, o instituciones como  el Estado y su normativa jurídica; para que  ese otro se haga cargo de nuestros asuntos, nos dé pensando, y tomando las decisiones  que a su criterio sean las adecuadas, sin que ello implique necesariamente justicia, equidad o razón.
Hemos renunciado a nuestra capacidad de autodeterminación, y autocontrol, asumiendo como ineludible necesidad, la de ser pensados, guiados y controlados por otros. ¡He aquí la más evidente manifestación del pensamiento colonizado que nos agobia!
Es impostergable entonces, la lucha por descolonizar nuestro ser, empezando por recuperar la capacidad de pensar por nosotros, desde nuestra realidad y de acuerdo a nuestras perspectivas, desterrando conceptos errados de éxito, que se equiparan a consumismo y competencia ilimitada por el dominio de lo otro y de los otros; y buscar aquello que nos pertenece, esa convicción intima, muy nuestra, que nos permita reposicionarnos como ciudadanas y ciudadanos, reconfigurando conceptos fundamentales como éxito, calidad de vida, triunfo, en pos de horizontes diferentes  donde éxito sea  sinónimo de posibilidad  de bienestar, centrado en la autorrealización humana, donde crecer signifique avanzar en calidad, no únicamente en cantidad, donde indicador de triunfo sean relaciones interpersonales de calidez, la justicia, la equidad, la honestidad, donde el egoísmo se transforme en solidaridad, la caridad en responsabilidad social, donde se cambie el discurso fácil y liviano, por el análisis crítico de las relaciones económicas, sociales y culturales, que expliquen la pobreza, la violencia y la descomposición social como producto de dichas relaciones estructurales y no del destino, de la voluntad divina o  acudiendo a la subvaloración peyorativa de las personas a través del ¡vago! ¡Incapaz! o ¡perdedor!.
Es imprescindible recuperar la posibilidad de amar, amarnos responsabilizándonos por la naturaleza, construyendo un mundo donde quepamos todas y todos, priorizando la vida en un marco de integridad e integración global, con múltiples vías de ida y vuelta  entre lo particular y lo general, lo singular y lo plural, la unidad y la parte; la diversidad como aval del crecimiento sostenido y sustentable.
Reconstruyamos nuestra identidad individual y colectiva, como instrumento viabilizador para recuperar nuestra naturaleza humana, como respuesta al imaginario depredador y suicida que nos ha inoculado el sistema.

Fredy Torres A.
Julio 4 del 2011
http://tarapalsanroque.blogspot.com/

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